El planeta es un regalo de Dios

Marc Pujol es un joven enamorado de la naturaleza. Estudia ingeniería agrónoma en Lleida (Cataluña) y tiene muy claro que este mundo es un hogar que todos debemos cuidar.

El mundo es nuestra casa o la casa común, como la define el Papa Francisco en su encíclica Laudato si'. “¡Todo está tan bien hecho!, pero creo que falta algo: no nos han dado las instrucciones”, dice Marc. Por eso, este joven catalán plantea que debemos reflexionar sobre el cuidado de este hogar “porque hay cosas que no las acabamos de hacer bien”.

Ha vivido toda la infancia en Barcelona y cuenta que “era el típico niño que gritaba ¡una vaca, una vaca! cuando veíamos una con mi familia al ir al campo”. Quizá por esa asociación con aquellos planes familiares aprecia el medio ambiente.

Está convencido de que, como cristianos, en primer lugar, “hemos de agradecer este regalo de Dios cuidándolo”. Explica que ha coincidido con personas de planteamientos de vida muy distintos, algunos sin fe, pero con una misma preocupación por el medio ambiente. "No se trata de derechas, de izquierdas, arriba o abajo", comenta. Dios pensó en toda la humanidad al crear el mundo. Nosotros debemos pensar en las futuras generaciones, lo recuerda el Papa Francisco cuando nos pregunta “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo" (Laudato si', n. 160). Según Marc, “tenemos que luchar contra nuestro egoísmo y nuestra pereza, debemos adoptar comportamientos más sostenibles y cuidar esas cosas pequeñas de las que san Josemaría hablaba a menudo”.

Pequeños detalles que rezuman trascendencia

En los pequeños detalles, las pequeñas acciones de cada día, en aquellas que hacen pensar en el bien común Marc encuentra el camino y el encuentro personal con Dios. “Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios” (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, núm. 114 y 116). El ámbito de las cosas pequeñas, por tanto, es tan extenso como la vida misma.

Un día, relata Marc, durante una excursión con unos amigos empezaron a recoger basura y explica cómo “los guardias forestales, ofreciéndonos agua, nos felicitaron por la labor y nos explicaron la poca concienciación que hay. Entonces decidimos crear una cuenta de Instagram para animar a la gente a tener iniciativa”. 

Finalmente Marc sugiere pequeñas acciones contra el desperdicio: ir de compras con nuestra bolsa, utilizar cosas que se puedan reutilizar, utilizar menos agua en la ducha... El mensaje que lanza es constructivo: “No miremos hacia otro lado, pongamos nuestro granito de arena”, porque como enseñó san Josemaría “el mundo nos espera. ¡Sí!, amamos apasionadamente este mundo porque Dios así nos lo ha enseñado”. (Surco, n. 290)