Hace treinta años: Don Álvaro en Colombia

"Vengo a cumplir una manda de San Josemaría", primeras palabras de Monseñor Álvaro del Portillo a su llegada a Colombia

Encuentros con grupos de personas en el Gimnasio los Pinares de Medellín

Era el 24 de mayo de 1983: hace ahora treinta años. Lejos en el tiempo pero siempre fresco en la memoria del corazón permanecía inalterable la gratitud por haber tenido al Fundador del Opus Dei en Bogotá, unos minutos, el 15 de agosto de 1974. Con el dolor, suyo y nuestro, de no poder bajar del avión por disposición de los médicos. El Vicario Regional, Mons. Ugo Puccini, pudo verlo y manifestarle nuestro cariño. San Josemaría expresó su contrariedad, al  tiempo que su aceptación de la Voluntad de Dios, por no haber visto a sus hijos colombianos, algo que anhelaba desde muchos años antes. Don Álvaro le acompañaba, junto con Monseñor Javier Echevarría, actual Prelado del Opus Dei.

En la fiesta de María Auxiliadora, Monseñor Álvaro del Portillo descendía del avión en el mismo aeropuerto, con una misión concreta: cumplir una manda de san Josemaría.  Así lo expresaría el primer día de su permanencia en nuestro país:  “Estoy muy contento de encontrarme entre vosotros, y doy gracias a Dios porque al fin he podido venir. Quiso hacerlo nuestro Padre, como sabéis… Pero enfermó. No pudo venir aquí porque no lograba ni tenerse en pie. Se lo ofreció al Señor y regresó a Roma con el deseo de hacerlo en cuanto fuese posible…  Yo tenía sobre mi alma el pesar de que nuestro Padre no pudo cumplir su deseo de estar con vosotros; y en cuanto ha salido la intención especial… he ido a dar gracias a la Virgen de Guadalupe y, después a Colombia. Tengo ahora esta gran alegría…  Ahora vengo yo a veros, hijos míos, a cumplir con esta obligación moral que sentía como un peso, un dulce peso…”  Era para él un deber de conciencia encontrarse en Colombia y ponerse a los pies de la Virgen de Chiquinquirá, para mostrarle su amor y gratitud. “Este viaje es una parte de la herencia que he recibido de nuestro Fundador.” “Vengo a aprender de vosotros y a dejar el corazón entero en Colombia”, fue una de sus primeras frases al pisar nuestra tierra. ¡De qué manera lo hizo! Todas sus horas colombianas fueron ocasión de entrega generosa, de dedicación paterna, de colmar nuestra vida con su sonrisa serena, su disponibilidad plena, su ponerse en nuestras manos y llenar el alma de tantas lecciones sobre el espíritu de la Obra. Al mismo tiempo, nos fue entregando a trozos tantos recuerdos vivos de san Josemaría, tantas expresiones de su cariño por Colombia, tantas lecciones de amor a la Iglesia y al Papa, que nos era muy fácil contemplar a nuestro Fundador en el rostro, en los gestos y en las palabras de D. Álvaro. Refiriéndose a los pocos minutos que habían estado en el avión, aquel 15 de agosto, Don Álvaro recordó que san Josemaría había escrito unas breves palabras a otra persona que había podido entrar un momento a saludarlo: “pero lo que dejó aquí no fue un trozo de papel: dejó su corazón”. De eso estábamos bien convencidos.

Don Álvaro del Portillo, junto a Octavio Arismendi, en una tertulia general.

Todos los colombianos que en años anteriores habíamos pasado por Roma oímos manifestar a san Josemaría, en diferentes ocasiones, su deseo de rezar ante la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia a quien comenzó a tener devoción por lo menos desde 1939. “No quisiera morirme sin haber rezado en Chiquinquirá”, dijo alguna vez. Son palabras que guardábamos en el corazón, ciertos de que algún día Don Álvaro vendría a rezar ante nuestra Patrona, en nombre suyo. Al planear las jornadas colombianas del Prelado del Opus Dei, ocupó desde el comienzo un lugar destacado la visita a este Santuario. Allí estuvo, cumplidor, acompañado por pocas personas: “… para darle gracias y para seguir pidiendo, sin hacer ningún ruido… como una muestra de cariño a la Virgen y también como una manifestación de afecto filial a nuestro Padre”. Allí renovó la Consagración de la Obra al Corazón Inmaculado de María y clamó en plegaria silenciosa por la fidelidad de todos, por la Iglesia y por el Papa.

Antes de la tertulia con mujeres de la Prelatura, Don Álvaro visitó el recientemente estrenado oratorio de Torreblanca.

Desde distintas ciudades del país, se organizaron expediciones de gentes de toda edad y condición para asistir a las tertulias: multitudinarias concentraciones de quienes conscientes de la trascendencia de la ocasión, nos arremolinamos para escuchar sus palabras, para acoger en el alma su mensaje de amor a la Iglesia, de fidelidad y de entrega, de caridad y unidad, sin recelos y sin resentimientos. Nos impulsó a realizar un apostolado más eficaz, con el anhelo de que pudiéramos llegar pronto a todos los rincones del país, llevando con nosotros, el espíritu de la santidad en el trabajo y en la familia, sembrando amor, paz y alegría en todos los corazones, como tantas veces insistió san Josemaría. Nos habló de la familia, de la educación de los hijos, del amor de los esposos y del perdón cuando fuese necesario: “Hay que comprender, para que Dios nos comprenda; hay que perdonar para que Dios nos perdone; hay que ser sembradores de paz y de alegría para que Dios nos conceda su paz y su alegría, para siempre, en el cielo”. Al escuchar esta respuesta que dio el Prelado a alguien, uno de los presentes tomó la decisión de la reconciliación con su mujer, a quien llevó regalos a su regreso y ofreció una serenata. En todas las tertulias nos insistió en que la Iglesia espera mucho de Colombia, “donde se conserva tan bien la fe, donde reina la devoción a la Madre de Dios… causa de nuestra esperanza”.

Don Álvaro saluda a varias asistentes en una tertulia.

Particularmente entrañable estuvo la tertulia con un grupo numeroso de sacerdotes diocesanos, a quienes pidió, suplicante, que no dejaran de administrar con generosidad el sacramento de la Penitencia. “Estar sentado en el confesonario es un ministerio muy duro, lo sabemos todos por experiencia… Sin embargo es esencial para todos los fieles, también para nosotros mismos… Sigue dedicándote a ese ministerio estupendo; si te cansas, lo ofreces a Dios, y si tienes flojera, es decir, pereza, pon más diligencia por amor a Cristo y a las almas”.

Vista general de una tertulia en la Universidad de La Sabana.

Hoy, luego de treinta años, recordamos con nostalgia y gratitud el paso del Venerable Siervo de Dios Álvaro por las dos únicas ciudades que pudo visitar: Bogotá y Medellín. En Cali tenían todo preparado para recibirlo pero al final la falta de tiempo no lo permitió: el Padre debía estar en Roma más pronto de lo deseado. “He estado muy contento entre vosotros y he aprendido mucho, hasta de la última familia que he recibido… ¿Qué voy a deciros? Que he estado muy a gusto en Colombia. He procurado remover un poco  las aguas, con la gracia de Dios y ahora os toca a vosotros recoger los frutos… Hijos míos, os quiero mucho, os llevo en el corazón y, además, lo dejo aquí con alegría, porque mi corazón se ha hecho colombiano…”

Saludo a varios de los asistentes e impulsores de la Universidad de La Sabana.

Leer:

- Hace 30 años, el 24 de mayo de 1983: Llegó don Álvaro a Colombia

- Hace 30 años, el 25 de mayo: Segundo día de la visita de Don Alvaro a Colombia

- Hace 30 años, el 26 y 27 de mayo: tercer y cuarto día de la visita de Don Álvaro a Colombia

- Hace 30 años, el 28 de mayo: quinto día de la visita de Don Álvaro a Colombia

- Hace 30 años, el 29 de mayo: sexto día de la visita de Don Álvaro a Colombia

- Hace 30 años, el 31 de mayo: octavo día de la visita de Don Álvaro a Colombia

- Hace 30 años, el 1 de junio: noveno día de la visita de Don Álvaro a Colombia

Por Javier Abad Gomez