Crónica de una aventura, artículo publicado en el diario El País de Cali

El 23 de agosto llegamos de la Jornada Mundial de la Juventud, JMJ, en Madrid, con un grupo de niñas del Liceo Tacurí, de Cali. Se agolpan los recuerdos de esos inolvidables días.

En el aeropuerto El Dorado antes de salir.

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Asistí a la primera JMJ en Roma en 1985, cuando participaba en el Congreso Universitario Univ. Esa primera JMJ parecía un campamento de hippies en desorden.

En el aeropuerto El Dorado antes de salir.

La de Madrid fue un río de jóvenes alegres, conscientes de lo que hacían, una reunión universal, con un grupo de 600 sirios, que aunque en guerra, allí estaban; otros de China continental, a quienes les prohibieron salir a España, y en otro país oriental consiguieron sus visas; también una familia, de rasgos mongólicos, llegó desde una isla a mil kilómetros de Hawái.

En Cuatro Vientos.

A una reunión con Monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, asistimos 12.000 mujeres que participamos en la JMJ, gracias a la labor apostólica de La Obra en el mundo. Allí, una cubana contó que logró llegar, a pesar de las dificultades en su país; también intervino una rusa que participa en la formación del Opus Dei en Moscú.

En los medios de comunicación se ha dado mucha importancia a los gritos de los jóvenes, a su alegría sin necesidad de "ayudas" como licor o drogas, a la lluvia en Cuatro Vientos, etc., pero hay algo más sorprendente: los silencios de esa multitud que sabía en qué y dónde estaba.

La autora con una universitaria durante una de las tertulias.

En el Viacrucis pidieron silencio antes de llegar el Papa. En Cuatro Vientos, estábamos en pleno acalore, cuando avisaron por las pantallas que rezaríamos el Rosario. Hubo otro silencio impresionante. Todos pedían silencio con delicadeza a los vecinos y sacaban de sus mochilas el rosario y el librito de oraciones para seguir las ceremonias, en los distintos idiomas. El ambiente era de oración a partir de ese momento, pues antes se escuchaban varios grupos de Rock, testimonios, coros, etc.

La tormenta, con truenos, hizo que se apagaran las luces y el sonido por el eco de los rayos. En esa larga espera, sentimos miedo y empezamos a rezar. Aunque algunos medios de comunicación opinaran que era cosa del Espíritu Santo, a nosotros nos parecía más bien del diablo, porque el primero no le interrumpe las palabras al Papa de esa manera.

Durante la audiencia en Castelgandolfo.

A la mañana siguiente, de caminata, vimos la gravedad de la tormenta: destruyó las capillas donde la noche anterior habíamos ido a rezar, su estructura había fallado. Recordé el rato que rezamos allí la noche anterior, personas de rodillas por tiempo indefinido, sacerdotes confesando y un recogimiento total.

Lo más asombroso: la alegría ante las dificultades, nadie pensó en irse. Estábamos allí, demostrándole al mundo que hay motivos de esperanza y que la fe está viva, que el Catolicismo es una fuerza de hoy para mañana, con una riquísima tradición de ayer. Son multitudes con quienes contar, para transformar nuestros sistemas económicos y políticos a la luz de Jesucristo.Está claro que la JMJ no es un pantallazo de la Iglesia, es una muestra de lo que es ella misma en vivo y en directo, por eso vislumbramos el futuro con esperanza.

Durante una tertulia con el Prelado del Opus Dei.

Durante una tertulia con el Prelado del Opus Dei.

Durante una tertulia con el Prelado del Opus Dei.

Autor: María Teresa Peroni. Publicado en el diario El País (Cali, Colombia) el lunes 5 de Septiembre/2011