Yo, un cultivador de papa, ¿puedo ser supernumerario del Opus Dei?

Un día, en el Centro del Opus Dei, me preguntaron si quería ser miembro del Opus Dei. Yo, un cultivador de papa, ¿puedo ser supernumerario del Opus Dei?, pregunté.

Por: Alexander Alcides Zuluaga

Vivo en La Unión, Antioquia, a unos 58 kilómetros de Medellín. Casado con Yazmín, también supernumeraria, y padre de Sofía y Daniel. Gran parte de mi día transcurre en el campo, sembrando papa, seleccionando semillas o conversando con los comerciantes, con quienes hablamos de abonos, precios, el estado del clima y también de Dios.

Hace unos años debí trasladarme a Medellín para acompañar a mi esposa en sus estudios universitarios. En esos ires y venires conocí a un amigo de mi jefe, Juan Carlos, con quien conversamos sobre diferentes temas y un día, después de un cafecito, me invitó a un retiro espiritual en un centro del Opus Dei.

Alexander y Yazmín

No había tenido esa experiencia y acudí con mil interrogantes, pero dispuesto a escuchar. Cuando entré al oratorio sentí una sensación extraña: la verdad, muy bonita. Me gustó. Después con Juan Carlos fuimos a varias romerías, a clases de catequesis, tertulias y tuve mi primera dirección espiritual. Le conté a mi esposa todo lo que estaba sucediendo en mí vida. A ella le fascinó la idea y preguntó si podría asistir y pronto comenzó a frecuentar también un Centro femenino en la ciudad.

Meses después me invitaron a un curso de retiro, en la Ceja. Tuve allí la oportunidad de hablar con Dios de manera más intensa.

Celebrando el 7 cumpleaños de Sofía

Seguí con mi trabajo que había aprendido desde niño: limpiar papa, cargar bultos, sembrar, seleccionar semillas y conversar con otros campesinos, pero por dentro tuve otras experiencias.

Por las mañanas, por ejemplo, con la levantada al mirar al campo, me servían esos segundos para contemplar la creación de Dios, para darle gracias, pedir por tantas necesidades que tiene nuestra patria y el mundo y claro, mi familia. Ya los fríos y las heladas eran motivo para hacer oración y agradecer la vida.

De pronto, las molestias de las botas –heladas, duras, cansonas—se transformaron en pequeñas penitencias para ofrecerlas por tantas ofensas que le hacemos a diario al Señor. Saber que mis productos servirían después como alimento a tantas personas, eran excusas para comprender el Evangelio.

Durante una faena de trabajo cultivando papa

Un día, en el Centro del Opus Dei, me preguntaron si quería ser miembro del Opus Dei. Yo, un cultivador de papa, ¿puedo ser supernumerario del Opus Dei?, pregunté.

Entonces me explicaron que el Opus Dei es un camino, querido por Dios, que disponen las personas para acercarse a Él y, que las personas casadas como yo, podían hacer parte de la Obra como supernumerarios si recibían ese llamado divino.

Le conté a mi esposa y le agregué que todos los seres humanos tenemos una llamada universal a la santidad: puede ser como profesional, ejecutivo, empleado, militar, pensionado, conductor de taxi, campesino o ama de casa.

--¿Entonces yo también puedo ser de la Obra?, me preguntó mi esposa y yo le contesté, si tienes vocación, desde luego.

Aquí con mi esposa Yazmín y mis hijos Sofia y Daniel

Me encanta mi vida en el campo. Es mi profesión. Tengo el privilegio de mirar las montañas, las nubes, sentir el olor de la tierra, escuchar las aves y dar gracias a Dios por tantas maravillas.

Ahora, con la llegada de la tecnología, mientras camino por los surcos, con el azadón, escucho “Los 10 minutos con Jesús”, “Meditaciones”, “Clases” o temas de historia.

Con mis amigos les hablo de volver a Dios. Los encomiendo en mis oraciones. Rezo por todos los que van en el bus, empezando por mi amigo, el conductor.

San Josemaría, fundador del Opus Dei, siempre nos impulsó a tener presencia diaria con el Señor y en una lectura de una de sus meditaciones, “Trabajo de Dios”, del libro Amigos de Dios, nos dijo:

Tanto el campesino que ara la tierra mientras alza de continuo su corazón a Dios, como el carpintero, el herrero, el oficinista, el intelectual –todos los cristianos–han de ser modelo para sus colegas, sin orgullo, puesto que bien claro queda en nuestras almas el convencimiento de que únicamente si contamos con Él conseguiremos alcanzar la victoria: nosotros, solos, no podemos ni levantar una paja del suelo”.

Yo soy un campesino orgulloso de La Unión y por eso busco todos los días estar en unión con Dios y la Virgen María. Para qué más.

Alexander Alcides Zuluaga