Séptimo día con San Josemaría

Para preparar la fiesta del próximo 26 de junio, aniversario de la marcha al cielo de San Josemaría, publicamos cada día algunos fragmentos del libro "15 días con Josemaría Escrivá" de D. Guillaume Derville, editado por Ciudad Nueva.

El jefe de la sinagoga El amor a la libertad

La libertad adquiere su auténtico sentido cuando se ejercita en servicio de la verdad que rescata, cuando se gasta en buscar el Amor infinito de Dios, que nos desata de todas las servidumbres (Amigos de Dios 27).

Junto con las cosas que para el cristiano están totalmente claras y seguras, hay otras –muchísimas– en las que sólo cabe la opinión: es decir, un cierto conocimiento de lo que puede ser verdadero y oportuno, pero que no se puede afirmar de un modo incontrovertible. Porque no sólo es posible que yo me equivoque, sino que –teniendo yo razón– es posible que la tengan también los demás. Un objeto que a uno parece cóncavo, parecerá convexo a los que estén situados en una perspectiva distinta («Las riquezas de la fe» en ABC, Madrid, 2-11-1969).

Estaba enferma, se pensaba que poseída. Hacía diez años que estaba encorvada como las viejas brujas de los cuentos infantiles o los pobres mendigos que nos encontramos a veces por la calle. «No podía enderezarse en modo alguno» (Lc 13, 11), comenta san Lucas, como para insistir en la gravedad del mal, en caso de que nosotros pensásemos que hacía teatro para conseguir algo de dinero. Algo curioso: no pide nada al Señor. Es Jesús quien toma la iniciativa y le dice: «"Mujer, quedas libre de tu enfermedad". Le impuso las manos y al instante se enderezó y glorificaba a Dios» (Lc 13, 12-13).

El jefe de la sinagoga protesta porque aquel día era sábado. Ya una vez antes Jesús había curado en sábado, en aquel caso a un hombre con la mano seca (cf. Lc 6, 6-11). Después, una vez más tomará como testigo a los notables y a los fariseos para hacerles la misma pregunta: «¿Es lícito curar en sábado?» (Lc 14, 3). El silencio fue la única respuesta. Jesús curó al enfermo.

El sábado no carece de importancia. Pero el sufrimiento de aquella mujer atrajo la compasión de Jesús. Y Jesús es Señor del sábado. Hay una jerarquía de las cosas en la vida. No todos están al mismo nivel y el amor prevalece siempre.

Al mismo tiempo hay diferentes maneras de ver las cosas de la vida, y muchas de ellas son legítimas. (…) El carácter relativo de algunas cosas debe llevarnos a tomar distancia y mirar a las personas y los acontecimientos de un modo desapasionado, a escuchar siempre los diferentes «tañidos de la campana» antes de hacerse una opinión, a saber rectificar nuestro juicio.

La conciencia de la limitación de los juicios humanos nos lleva a reconocer la libertad como condición de la convivencia. Pero no es todo, e incluso no es lo más importante: la raíz del respeto a la libertad está en el amor. Si otras personas piensan de manera distinta a como pienso yo, ¿es eso una razón para considerarlas como enemigas? La única razón puede ser el egoísmo, o la limitación intelectual de quienes piensan que no hay más valor que la política y las empresas temporales. Pero un cristiano sabe que no es así, porque cada persona tiene un precio infinito, y un destino eterno en Dios: por cada una de ellas ha muerto Jesucristo («Las riquezas de la fe» en ABC, Madrid, 2-11-1969).

Agradecemos a la editorial Ciudad Nueva que nos haya permitido reproducir algunos párrafos del libro “15 días con Josemaría Escrivá”, escrito por D. Guillaume Derville.