Una mano amiga para recomponerme el fémur

​Agradezco de todo corazón la intercesión de don Eduardo, a quien conocí por referencia y a través de las estampas que encontré en una capilla de la Universidad de Navarra cuando estudiaba allí.

Don Eduardo siempre ha intervenido favorablemente en las cirugías a las que se han sometido algunos miembros de mi familia, pero aquí quiero referirme especialmente a una operación que sufrí en primera persona tras romperme el fémur en una caída.

Mientras esperaba a la ambulancia, tendida en una acera del centro de la ciudad, acudí enseguida a su intercesión rezando una estampa detrás de otra

Mientras esperaba a la ambulancia, tendida en una acera del centro de la ciudad, acudí enseguida a su intercesión rezando una estampa detrás de otra. Le pedí que me reconstruyera lo que pudiera, y que ojalá la fractura no me afectara a la rodilla, ya que sentía todo el hueso partido en pedazos. También le rogué que me iluminara para contar con el médico adecuado, pues era importante contar con un buen ortopedista para que la cirugía fuera bien.

Le doy gracias a Dios que, por la intercesión de don Eduardo, me obtuvo que la rodilla quedara a salvo, que accediera al médico más oportuno, y que la operación fuera un éxito.

El médico no tenía nada que ver con mi seguro, y no recuerdo haberle visto antes, pero al ver que mi nombre le era conocido (...) Me dijo que había insistido en operarme él mismo, porque sentía que "todo esto era obra de Dios"

Después de encomendarle a don Eduardo encontrar al profesional adecuado, me dieron el nombre del que vendría a operarme. El médico no tenía nada que ver con mi seguro, y no recuerdo haberle visto antes, pero al ver que mi nombre le era conocido, procedió a hacer los arreglos necesarios con mi seguro para poder intervenirme. Me dijo que había insistido en operarme él mismo, porque sentía que "todo esto era obra de Dios".

He comprobado su amor por "la familia, la docencia y su atención llena de desvelos por los enfermos"

Doy gracias a Dios, además, por la oportunidad de ofrecer el dolor y cada punto de la cirugía –unos 42– por ese mismo número de vocaciones jóvenes. No dudo un segundo en propagar la estampa para la devoción a don Eduardo a las personas enfermas o a las que estén a punto de entrar en quirófano. He comprobado su amor por "la familia, la docencia y su atención llena de desvelos por los enfermos". Gracias, Señor, por tu siervo Eduardo.