Con la fuerza del Amor

Se ha editado en México la homilía "Con la fuerza del amor" con motivo del Año Santo de la Misericordia. La presentación, que recogemos en este artículo, ha sido escrita por el Prelado del Opus Dei. "Me parece oportuno sugerir que, al meditar esta homilía, pidamos a san Josemaría que nos ayude a fomentar los mismos sentimientos y afectos que emanaban del Corazón misericordioso de Jesús, y que emanan también de todos los santos y santas que se han refugiado en Él."

Se ha editado en México la homilía "Con la fuerza del amor" con motivo del Año Santo de la Misericordia. La presentación, que recogemos en este artículo, ha sido escrita por el Prelado del Opus Dei.

"He sido testigo en muchas ocasiones de la predicación de san Josemaría, que era, a la vez que exhortación dirigida a la cabeza y al corazón de sus oyentes, en primer lugar, verdadero diálogo con Dios. He experimentado centenares de veces esa tensión hacia el Señor de sus palabras para ayudar a sus hermanos los hombres; y, sin embargo, sigue llamándome la atención esa fuerza cada vez que releo sus homilías.

En la que tiene por título Con la fuerza del amor se entrecruzan vestigios muy claros de esa experiencia. "Señor, ¿por qué llamas nuevo a este mandamiento?", leemos, por ejemplo, en unos de los primeros párrafos. Es una pregunta que, en efecto, san Josemaría dirigía con repetida machaconería a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en su oración personal, o en el marco de una meditación en voz alta, o de una homilía predicada durante la Misa. "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como Yo os he amado" (Jn 13, 34), había dicho Jesús a sus discípulos en la Última Cena. Sin embargo, el deber de amar al prójimo ya existía en el Antiguo Testamento. ¿Por qué, entonces, llamarlo "nuevo"?

Hagámonos esta pregunta todos, cada uno, como se la hacía san Josemaría. Hay una respuesta negativa, que se daba a sí mismo y que también planteaba a todos: porque no lo ponemos en práctica, porque sigue sin estrenarse. Pero hay también una respuesta positiva: el mandamiento de Jesús es nuevo porque su medida, como "Yo os he amado", apunta a mucho más de lo que cualquier sentimiento natural o cualquier conclusión de orden ético -"como querríais que los demás os amaran", por ejemplo- alcanzará jamas a sugerir. Sí, solo Dios, que es Amor infinito, puede poner como ley suprema la caridad y revelárnosla con su encarnación y con el sacrificio de su propia vida.

Por eso, para el cristiano -escribe san Josemaría, previniéndonos tanto del sentimentalismo cono del intelectualismo- el amor consisten en "convivir con el prójimo, venerar [...] la imagen de Dios que hay en cada hombre". Y veneramos esa imagen de Dios con nuestra sonrisa, con nuestra oferta de perdón, con nuestro tiempo dado alegremente al prójimo, con nuestra ternura, con nuestro esfuerzo de comprensión, de generosidad, de carió..., que no es mero sentimiento, que no es cálculo de fuerzas positivas y negativas: encierra otra cosa, pide mucho más.

El Papa Francisco, al convocar el año jubilar de la misericordia, nos ha llamado a una examen de conciencia personal: el mundo está necesitado de amor y misericordia, y no basta con aspirar a que las estructuras sociales, políticas, internacionales... mejoren las condiciones de vida de la humanidad. Es preciso que el corazón de cada hombre y de cada mujer se convierta a Dios y al prójimo. Convertido a Dios, será acogido por la misericordia, "viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia" (bula Misericordiae Vultus, 10). Convertido al prójimo, será fuente de misericordia y podrá así "entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina" (ibid., 15).

Me parece oportuno sugerir que, al meditar esta homilía, pidamos a san Josemaría que nos ayude a fomentar los mismos sentimientos y afectos que emanaban del Corazón misericordioso de Jesús, y que emanan también de todos los santos y santas que se han refugiado en Él.
Que la Virgen María, Madre de Misericordia, nos acompañe en esta senda, como acompañó a su Hijo en el camino del Calvario: con la fuerza de la fe, con la fuerza de la esperanza, con la fuerza del amor."
Javier Echevarría
Prelado del Opus Dei