ASPAEN, un ideal educativo

Tarea educativa promovida por fieles del Opus Dei en asocio con otras personas en Colombia. 26 colegios en nueve ciudades. 8.500 alumnos.

“Escuchad a vuestros hijos, dedicadles también el tiempo vuestro, mostradles confianza; creedles cuanto os digan, aunque alguna vez os engañen; no os asustéis de sus rebeldías, puesto que también vosotros a su edad fuisteis más o menos rebeldes; salid a su encuentro, a mitad de camino, y rezad por ellos...” San Josemaría Escrivá de Balaguer. Es Cristo que pasa No. 29

Algunos matrimonios, preocupados por el futuro de la educación en su país, comunicaron su inquietud al Fundador del Opus Dei. Él respondió: Haced vosotros mismos los colegios donde queréis educar a vuestros hijos. Este criterio, propuesto alrededor de los sesenta, cuando toda institución escolar estaba a cargo de los profesionales de la educación y de los políticos de la cultura, constituía una revolución educativa de magnitud. En esa época, los padres de familia se veían limitados al buscar el mejor colegio para sus hijos. Fue un chispazo de luz, el que iluminó a quienes acogieron este acierto.

Así llegó a Colombia, gracias a unos entusiastas, la idea de fundar la Asociación para la Enseñanza, ASPAEN, que daría lugar a la Corporación de Padres de familia, CORPAF. Tenían la ilusión de hacer realidad por fin la idea que ya venía instalada en lo profundo de su naturaleza: que a ellos corresponde asumir –directa e inmediatamente– la formación integral de sus hijos. A ellos compete elegir el colegio y, con derecho indiscutible, establecer sus propios centros de educación. Ser padres no sólo es dar origen a una nueva criatura: es proyectarla más allá –con sabiduría y con ímpetu– desde el seno familiar, hacia el futuro.

Primero, los padres

ASPAEN emprendió la tarea de dar comienzo a colegios en los que se brindara una educación integral, con sentido cristiano, y con el criterio inspirado por San Josemaría Escrivá. Con la convicción de que si un colegio intenta llevar adelante su propia pedagogía, sin la colaboración de los padres de familia, estaría desviando su objetivo. Tengan o no clara conciencia de su responsabilidad, siempre hay que contar con ellos para una educación eficaz y fiel a su linaje. Y si los papás no asumen su obligación, toca al colegio hacerles caer en la cuenta de esta tarea primordial.

Fieles a este principio básico, en ASPAEN saben que sería un error irreparable no dedicar lo mejor del esfuerzo a la formación de las familias; siempre respetando la intimidad de los hogares. Es deber la formación, y es derecho y compromiso de los padres, porque al escoger a los educadores de sus hijos, aceptan seguir creciendo y perfeccionándose con los niños y sus profesores. En ASPAEN los padres notan que no están solos. Que en los profesores no tienen su reemplazo, sino su complemento. La acción educativa no es de un solo sentido: es interacción que va y viene entre educadores y educandos, e irradia a cuantos participan de ella. No es posible formar a los jóvenes, si al mismo tiempo no se forman a sí mismos los maestros y los papás.

Los maestros

Al comenzar los colegios, ASPAEN seleccionó un excelente equipo de formadores que –en lo humanamente posible– garantizaran que los alumnos estaban en buenas manos.

Entre otras cualidades y, sin pretender ser exhaustivos, lo primero que se busca es que el educador llegue a ser un buen amigo de sus alumnos, al mismo tiempo que conserva toda su autoridad moral. Es bien conocida la frase: sólo se aprende de aquellos a quienes se ama.

Es importante un clima de fraternidad entre quienes comparten las mismas aulas. La vida del colegio debe reflejar la fraternidad humana y cristiana: trato abierto, sencillo, cordial; mutua comprensión; respeto a la libertad y respeto a los diferentes gustos y pareceres.

Para ASPAEN, educar es sacar lo mejor de cada uno, extraer su potencialidad del fondo de sí mismo, como procedía Miguel Ángel con sus esculturas: eliminaba del mármol lo sobrante, para encontrar la figura que había vislumbrado.

En tal proceso, hacen falta otras virtudes: humildad, para no sentirse nunca suficientemente formado; y sencillez, para permanecer en continuo estado de aprendizaje.

Todo lo anterior conduce –como el río a la mar– a la alegría, que es el destino del trabajar. La alegría es ir acercándose a la plenitud esperada. Cuando se ama la tarea educadora, el resultado no puede ser otro que el gozo del deber cumplido, el optimismo de una lucha incesante, aunque a veces no se den los resultados, o tarden en llegar.

Los estudiantes

En el proceso educativo, la principal responsabilidad recae en el educando. Él es quien debe asumir su propia educación. Empresa sin fin. Y deberá seguir sacando lo mejor de sí mismo hasta el término de sus días. Al lado de los jóvenes estudiantes, padres y profesores, ayudan a que despierte desde su fuero interno ese potencial que trae consigo al nacer. El papel del educador es subsidiario; si el discípulo no colabora, no se esfuerza, no realiza por sí mismo todo lo que en forma de buen ejemplo y de doctrina se le proporciona, tanto esfuerzo será fallido, vano intento de llenar un canasto con agua, de arar en el mar.

Formación integral y personal

Al educar, ASPAEN aspira a formar personalidades maduras, con altos ideales, criterio firme, puesto que en ello está comprometido su destino trascendente. Personas con entereza; vibrantes. Que den de sí hasta el máximo. Que tengan espíritu de servicio.

No se quiere “formar hombres y mujeres que luego consuman egoístamente los beneficios alcanzados con sus estudios: es necesario prepararlos para una tarea de generosa ayuda al prójimo, de fraternidad cristiana” . (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones 76).

ASPAEN no busca sólo impartir instrucción básica que garantice un rendimiento académico universitario. Anhela algo de mayor envergadura: ver en los jóvenes actitudes y convicciones que orienten su conducta hacia la excelencia en todos los terrenos; que lleven el testimonio de Cristo, a través del trabajo ordinario, a la familia, en las situaciones más adversas. Que no pierdan de vista su último destino, pues, como dice el poeta castellano, al final de la jornada, aquel que se salva, sabe; y el que no, no sabe nada. ASPAEN procura formar cristianos verdaderos, felices en la tierra y felicísimos en la eternidad. De ahí que no olvidemos la dimensión moral y doctrinal porque, como decía San Josemaría:

“La religión es la mayor rebelión del hombre que no quiere vivir como una bestia, que no se conforma –que no se aquieta– si no trata y conoce al Creador: el estudio de la religión es una necesidad fundamental. Un hombre –una mujer– que carezca de formación religiosa, no está completamente formado”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones 73).

ASPAEN está hoy en nueve ciudades del país con 26 centros educativos entre bachilleratos y preescolares. Cuenta con 7000 familias, 8500 alumnos y algo más de 8000 bachilleres egresados. Sus colegios están ubicados en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga, Manizales, Neiva, Barrancabermeja.

Dos de sus Colegios son para niños de familias de estratos 1 y 2; tres centros más tienen una segunda jornada para jóvenes de igual condición económica. Todos sus colegios desarrollan una labor formativa y social continua con instituciones necesitadas y con comunidades desprotegidas socialmente. Adicionalmente, otorgan subsidios y becas por valores muy superiores a los establecidos oficialmente.

Tomado del libro ASPAEN, 40 años